El origen de nuestra profesión
E.C.C. Minerva Dávila Santos
Directora de Lumine
La naturaleza nos ha brindado un sinfín de beneficios que, a lo largo de la existencia de la humanidad, se han utilizado para múltiples objetivos.
Hablar de fitocosmética es hablar del principio de nuestra vocación.
«Las plantas, usadas con sabiduría, son capaces de restituir fuerzas, revertir condiciones físicas adversas y procurar alivio, bienestar y belleza, a través de sus colores, aromas y principios activos».
Los fitocosméticos son compuestos orgánicos que se obtienen de plantas y vegetales con vida; contienen un grupo de sustancias llamadas: saponinas, flavonoides, polifenoles, cumarinas, quinonas, taninos, hidratos de carbono, monosacáridos, polisacáridos, ahas, glucósidos, principios amargos, aceites esenciales, alcaloides, fitohormonas…, solo por mencionar algunas. No son sustancias aisladas, ni siquiera claramente definidas, sino casi siempre una mezcla de componentes de estructuras semejantes, que actúan del mismo modo. Por ejemplo:
Los aceites esenciales, constituidos por más del 50 % de otras sustancias, no iguales entre sí, y conociendo sus componentes principales, pueden ser terpenos, sesquiterpenos, alcoholes, esteres, aldehídos, fenoles, cetonas, etc.
Muchas plantas tienen diferentes campos de acción, ya que, en una misma especie, pueden encontrarse varios grupos de sustancias activas.
Les cuento mi experiencia: cuando era niña, mis juegos eran pasar tiempo en la cocina, preparando té de manzanilla y partiendo frutas como la naranja, la papaya o fresas, usando las rodajas en la cara; ponía una olla de agua a hervir para que sirviera como vapor; y todo, porque me gustaba leer un libro de mi mamá con recetas caseras de belleza. De ahí encontré mi vocación, sin saber que lo que hacía se llamaba cosmetología… En aquel entonces tenía seis años y mi conejillo de indias era mi papá…, desde algo tan sencillo, como aplicar rodajas de naranja directamente a la piel o poner el té de manzanilla para desinflamar y cerrar los poros después de los pellizcos que la daba a manera de extracción, amé como quedaba la piel de mi papá y supe, desde aquel momento, que yo quería cuidar mi piel y también la de los demás.
Obviamente, no tenía ni idea de por qué lo que yo aplicaba servía; sin embargo, al paso de los años seguí jugando a hacer las recetas naturales de ese libro de belleza, porque me gustaba ver los resultados en la piel de mi papá y en la mía.
Actualmente, tres décadas después, cuando alguien me pregunta si un cosmético es natural, mi respuesta es: «natural es partir una naranja o manzana, y comértela».
Un extracto 100 % puro debe utilizarse inmediatamente después de su extracción, sin dejar que pasen más de 24 horas porque perderá su efecto y, en el peor de los casos, se echará a perder.
A diferencia de la cosmética de la antigüedad, cuando el hombre y la mujer cuidaban la belleza recurriendo a productos simples, en este momento se tiene que considerar a la fitocosmética como algo de tal relevancia que se cree un compromiso con ella.
Les comparto una de las definiciones que existen de fitocosmética, por parte de la Dra. Jelena Nadinic: «Estudio del uso de materias primas de origen vegetal (fitoingredientes) en la formulación de productos cosméticos, de higiene o tocador, y cuyo objetivo es el de ejercer una función cosmética». Así como su definición de fitoingrediente cosmético: «Cualquier materia prima vegetal que ha sido procesada convenientemente, para ser incluida en formulaciones cosméticas. Puede provenir de las plantas frescas desecadas, enteras o en partes, extractivos o secreciones, aceites, etc., o ser un producto aislado de las mismas plantas, por metodologías especiales. Es, generalmente, de composición heterogénea».
Para un siguiente artículo explicaré la composición química de los fitocosméticos y daré algunos ejemplos de plantas y su contenido de fitoactivos, así como sus acciones específicas.