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EL INVIERNO Y  LA RADIACIÓN SOLAR

E.C.C. Minerva Dávila Santos

Directora de Lumine

Las estaciones surgen por la inclinación del eje de la tierra, de manera que, a lo largo del año, son partes distintas del planeta las que reciben los rayos del sol directamente, es decir, de manera perpendicular. Contrario a lo que se suele creer, el calor y el frío no tienen nada que ver con la cercanía de la tierra al sol. En invierno, el solsticio comienza entre el 21 y 22 de diciembre en el hemisferio norte, justo cuando los rayos del sol inciden de manera menos perpendicular sobre esta parte de la tierra, es así que las noches son más largas y los días más cortos. La intensidad de la radiación solar tiene que ver con la incidencia del sol sobre la tierra. A mediodía los rayos son más intensos porque el sol incide de manera perpendicular sobre la tierra, mientras que al amanecer o al atardecer incide de manera más baja o angulada.

El éxito de un tratamiento, ya sea facial o corporal, siempre depende en gran medida, del cuidado posterior que el cliente tenga en su casa, una vez que hayamos hecho nuestro trabajo, por supuesto. Afortunadamente, existe esta temporada del año, en la que el clima nos puede beneficiar y no será tan necesario confiar en la disciplina o constancia del cliente en cuestión. En esta época, las hipercromías son una de las alteraciones más comunes de la piel y que más demanda tiene en nuestra cabina. Lo ideal es reforzar todas nuestras alternativas en el invierno; y es que los rayos solares que recibe nuestra piel en este periodo no son menos agresivos, solo que las condiciones climáticas favorecen el que podamos lograr un mejor resultado.

Existen cuatro tipos de radiaciones solares: UVB, UVA, infrarroja y visible, mismos que favorecen la producción de radicales libres en la piel, esas moléculas de oxígeno inestables que provocan estrés oxidativo, causante del fotoenvejecimiento, en primera instancia, además de que provoca, en casos más severos, quemaduras y melanoma. Las radiaciones UVA activan una enzima que altera la producción de colágeno, lo que produce, además de hipercromías, un envejecimiento prematuro. Entre más alejados vivamos del ecuador terrestre, más débiles serán los rayos dañinos del sol en invierno: normalmente recibiríamos solo una pequeña fracción de nuestra exposición anual a los rayos UV en los meses de invierno.

Es importante mencionar que las dosis de rayos UV son relativamente uniformes durante los meses de marzo y noviembre y que de abril a agosto se recibe la mitad de las dosis de rayos UV anuales. En consecuencia, la fotoprotección debe seguirse aplicando durante el invierno, ya que pese a que la intensidad se reduce, los meses de diciembre y enero representan el 11% de la dosis anual.

La aplicación cotidiana de un filtro solar con un FPS igual o mayor a 15, aplicado al menos en una ocasión durante el horario de máxima irradiación solar, medio día, es suficiente para lograr proteger la piel.

Lo que es innegable, es que la prevención siempre será determinante para evitar o retrasar los efectos del sol en la piel; quien empiece a temprana edad tendrá beneficios sustanciales, pero aun quien nunca haya tenido el hábito de proteger su piel de la radiación solar y decide hacerlo a sus 50 años, también será capaz de reducir, de forma significativa, la dosis acumulada. Esta intervención relativamente tardía, puede eliminar el 19% de la exposición a los rayos UV si se comienza de los 50 a los 70 años, un periodo de la vida muy importante y de mucha atención, porque es en el que se suele diagnosticar el cáncer de piel.

La exposición solar y la localización geográfica son factores de riesgo respecto de la acumulación de la radiación UV y en el desarrollo de las alteraciones más frecuentes en la piel, como las hipercromías.

Hablar de invierno, es hablar también de la nieve y sus efectos sobre la piel, pues es especialmente dañina, ya que refleja un 80% la radiación solar; así que, quienes viven en lugares con nieve o gustan de practicar alguno de sus deportes en las montañas, deberán tener mayor cuidado, pues cuanto más alta es la zona geográfica donde estemos, más intensa es la radiación (por cada 300 metros de altitud, la radiación aumenta un 4%); por lo que es muy importante hacer uso de productos hidratantes y de protector solar —que contenga un factor del 15 al 50—, y dependiendo de la dosis eritematosa mínima (DEM) de nuestra piel. Incluso en los días nublados, la radiación atraviesa las nubes en un 90%, lo que debemos tener en cuenta para evitar que los daños de dichas radiaciones nos alcancen.

Los rayos solares son acumulativos, así que, aunque en invierno las posibilidades de tener mejores resultados al aplicar tratamientos despigmentantes sean una realidad, es muy importante mantener el cuidado y la protección adecuadas de la piel durante todo el periodo, y es que además es una falsa creencia el que la radiación cambia con la temperatura ambiente, cuando la verdad es que son otros los elementos que la condicionan, como la altitud o la latitud en las que nos encontremos.