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El Poder de las Piedras en el Masaje

Lic. Ana Yessica Villa Aguiar

Directora Técnica de Tendencia Spa

Posiblemente hayan experimentado un masaje con piedras frías o calientes, de obsidiana, basálticas o de cuarzo; sin embargo, aunque no sea así, cuando han escuchado hablar de masaje con piedras, su mente, inmediatamente, visualiza un estado de descanso y armonía. ¿Alguna vez se han preguntado los beneficios que las piedras tienen para su cuerpo?

Lo primero es establecer el nombre adecuado que esta técnica tiene. Quizá nunca hayan escuchado el término «litoterapia», por lo que, de ser así, a continuación hago un desglose etimológico para que lo conozcan: Del francés lithothérapie, del que se desprenden las partículas griegas lithos (piedra) y therapeia (tratamiento) que procede, a su vez, del verbo griego therapeuein y que significa ‘cuidar’ o ‘curar’. Se puede concluir entonces que el masaje con piedras pertenece a la litoterapia.

Esta terapia es una práctica antigua sagrada; sus primeras descripciones escritas se encuentran, tanto en la India, en su medicina ayurvédica, como en China, en el tratado de medicina del emperador Amarillo, así como en la gran mayoría de las culturas antiguas y ancestrales. A lo largo de la historia humana han sido utilizadas con fines terapéuticos, para mantener la salud, aliviar o curar los desequilibrios de la autorregulación del organismo y ayudar en el proceso de liberación del pleno potencial humano.

Rescatando este conocimiento y práctica antigua, se puede afirmar que cada una de las piedras de este universo, gracias al sol y las entrañas de la madre tierra, tienen su propia energía y magnetismo que se han ido almacenando durante su formación, desde hace miles de años, y que ahora están siendo utilizadas para nuestro bienestar; están vivas. Estas piedras poseen minerales como plata, basalto, magnesio, hierro, cobre, oro, y muchos otros más; estos mismos minerales se encuentran en nuestro organismo, razón por la cual pueden entrar en resonancia y afinidad con el ser humano.

Cuando una piedra es colocada en nuestro cuerpo, se inicia un proceso de piezoelectricidad, se comporta como transmisora y receptora de energía, liberándola, así como a su magnetismo, y absorbiendo toda aquella vibración que no se encuentre en resonancia, equilibrándonos física, mental y emocionalmente; así es que, cuando la deslizamos sobre nuestra piel, estos minerales son estimulados, activándose, creando reacciones positivas puntuales en nuestro cuerpo y mente, y estableciendo un intercambio iónico que culmina con un balance enteramente positivo y neutralizador de la energía existente en ellos. La energía de estos minerales está dada por su composición química, su color y su forma. Así, es posible capturar —simplemente al tacto— la energía emitida por los diferentes minerales.

El estrés y el desequilibro químico alteran nuestro campo energético, lo que ocasiona una sobrecarga iónica positiva; cuando estamos en contacto con la naturaleza recobramos nuestro equilibrio —y hasta la salud—, esto se debe a la gran cantidad de iones negativos que se encuentran en cualquier parte de la naturaleza, y que ayudan a normalizar y a equilibrar nuestro circuito electromagnético.

Toda creación tiene una importante vibración energética, cada sistema, cada órgano, cada célula y tejido de nuestro cuerpo tiene su nivel de energía vibracional: pequeñísimos impulsos eléctricos que, en conjunto, crean una corriente electromagnética muy sutil, casi imperceptible. La terapia con piedras moviliza esta energía, reactivándola, para que fluya armónicamente a través de nuestro organismo, depurándolo y, en consecuencia, obteniendo un estado de meditación, paz y tranquilidad. Para su aplicación pueden utilizarse piedras frías (sedimentarias marinas), piedras calientes (basálticas volcánicas) y/o gemas (jade, cuarzos, cornalina, obsidiana) con diferentes técnicas masoterapeúticas. A nivel físico se pueden lograr diversos efectos, según la temperatura con la que se apliquen. El efecto reflejo de las piedras calientes y frías puede utilizarse para enviar sangre a un área isquémica (disminución del riego sanguíneo de una parte del cuerpo) o para retirar sangre de un área hiperémica (estancamiento de sangre en alguna parte del cuerpo). Una aplicación local adecuada de piedras calientes y frías en la epidermis no solo tiene efectos en el área de la piel inmediata, sino también en otras áreas del cuerpo a través del sistema nervioso: La superficie de la piel lleva el estímulo a lo largo de la fibra nerviosa hacia la médula espinal, desde ahí el estímulo puede viajar a un órgano relativo u otro destino en el cuerpo. El masaje con piedras frías incrementa el metabolismo general, revitaliza, activa la energía, y el masaje con piedras calientes activa la analgesia, es sedante, relajante, vascularizante.

Otros beneficios a nivel físico del masaje con piedras, son: Incremento del ritmo cardiaco y la respiración, metabolismo celular y eliminación de toxinas, migración de leucocitos, vasodilatación de los capilares, relajamiento y elasticidad del tejido conjuntivo, acrecentamiento de la flexibilidad de las articulaciones, promoción de la hidratación de las células, nutrición de los ligamentos intervertebrales, liberación de
contracturas musculares, aumento de los niveles de serotonina y dopamina.

Sería maravilloso que todas y todos recibamos por lo menos una vez al mes una litoterapia, porque estoy convencida de que transforma el cuerpo, la mente y el espíritu.