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Entendiendo las Estrías y Qué hacer con Ellas

Las estrías son atrofias cutáneas, o bien, desde el punto de vista patológico, se les conoce como lesiones degenerativas que se caracterizan por presentar adelgazamiento y hundimiento de la epidermis debido a la rotura y pérdida de fibras de colágeno y elastina.

Existen diversas causas que influyen en la aparición de esta condición cutánea. Las más comunes son el crecimiento, la obesidad, la pérdida de peso, la genética, niveles elevados de corticoides, desórdenes endócrinos, enfermedades del tejido conjuntivo y por presencia de inhibidores de proteasa.

Durante la adolescencia, el crecimiento provoca una distención de los tejidos, especialmente en zonas amplias de piel. Se registra que, estadísticamente, un 35% de adolescentes se ven afectados, tanto hombres como mujeres, aunque se sabe que el sexo femenino es el más afectado por estas marcas de distensión. Las principales zonas afectadas en mujeres son: mamas, muslos, caderas, glúteos y vientre; mientras que en hombres son: hombros, zona lumbosacra y muslos.

Al subir y bajar de peso con frecuencia o bruscamente, se produce esta misma distensión de los tejidos, ocasionando que se rompan y no puedan repararse a tiempo, y es que, si bien el cuerpo humano es una máquina maravillosa, “falla” al momento de querer generar reparaciones rápidas.

Durante el embarazo, por el proceso de crecimiento de la barriga y en relativamente poco tiempo, los tejidos sufrirán de un estiramiento anormal, por lo que se recomienda preparar a la piel mediante una hidratación adecuada antes, durante y después del embarazo, lo que le permitirá a la piel, además, extenderse sin provocar una rotura de fibras o minimizar el daño lo más posible.

Un caso similar ocurre con el aumento exagerado de peso en un periodo relativamente corto. Si la piel no cuenta con la hidratación y elasticidad suficientes, provocará las primeras lesiones rojizas.

En cualquier caso, la aparición de las estrías tiene que ver con una distensión del tejido subyacente. 

Su apariencia es la de líneas que pueden ser rectilíneas, curvilíneas o en zigzag, dependiendo de la tensión que sufran al momento de formarse.

En su primera etapa de formación se distinguen por tener un color rojizo, conocidas como estrías rubras. Nacen en relieve y con un aspecto edematoso porque al romperse las fibras, queda parcialmente visible la trama vascular, conjuntiva y subcutánea, esto debido a las modificaciones que sufre el estrato córneo epidérmico.